El perro Federico
tenía un vecino
que era, para su hocico,
el único objetivo.
Deseaba alcanzarlo,
morderlo, destruirlo,
romperlo en mil pedazos
y en pulpa convertirlo.
Por una trastada
que el otro le hiciera,
nuestro perro del cuento
ya declarado en guerra.
Despilfarró su vida
y murió de un dolor
ahogado en la bilis
de su propio rencor.
Quien entiende razón
buenaventura alcanza,
es mejor el perdón
que la venganza.
Y si la historia es breve,
para ponerle fin,
Federico es fox - terrier
y el vecino un mastín.