El perro Federico tenía un vecino que era, para su hocico, el único objetivo. Deseaba alcanzarlo, morderlo, destruirlo, romperlo en mil pedazos y en pulpa convertirlo. Por una trastada que el otro le hiciera, nuestro perro del cuento ya declarado en guerra. Despilfarró su vida y murió de un dolor ahogado en la bilis de su propio rencor. Quien entiende razón buenaventura alcanza, es mejor el perdón que la venganza. Y si la historia es breve, para ponerle fin, Federico es fox - terrier y el vecino un mastín.