A la hora del atraco y la pensión,
cuando el infierno acecha en la escalera,
cuando pierde los nervios la razón,
y cruza el perseguido la frontera,
a la hora de abrazar,
a la hora de matar.
A la hora en que se afeita el violador,
y duerme el centinela en la garita,
y sueña con la gloria el mal actor,
y deshoja el deseo su margarita,
a la hora de apostar,
a la hora de rezar,
cuando vuelan los pájaros de la ansiedad.
Cuando el olvido tarda en acudir,
cuando diseña el preso el plan de huida,
y el usurero esconde su botín,
y cuenta las pastillas el suicida,
a la hora del desamor,
a la hora del sudor.
A la hora del primer despertador
cuando entra al metro el exhibicionista
y llora el eyaculador precoz,
y se masturba la telefonista,
a la hora del ardor,
a la hora del terror,
cuando cantan los grillos de la depresión.
Cuando los besos saben a alquitran,
cuando las almohadas son de hielo,
cuando el enfermo aprende a blasfemar,
cuando no salen trenes para el cielo,
a la hora de maldecir,
a la hora de mentir.
Cuando marca sus cartas el tahúr
y rompe el músico su partitura
y vuelve Nosferatu al ataud
y pasa el camión de la basura,
a la hora de crecer,
a la hora de perder,
cuando ladran los perros del amanecer.