A la hora del atraco y la pensión, cuando el infierno acecha en la escalera, cuando pierde los nervios la razón, y cruza el perseguido la frontera, a la hora de abrazar, a la hora de matar. A la hora en que se afeita el violador, y duerme el centinela en la garita, y sueña con la gloria el mal actor, y deshoja el deseo su margarita, a la hora de apostar, a la hora de rezar, cuando vuelan los pájaros de la ansiedad. Cuando el olvido tarda en acudir, cuando diseña el preso el plan de huida, y el usurero esconde su botín, y cuenta las pastillas el suicida, a la hora del desamor, a la hora del sudor. A la hora del primer despertador cuando entra al metro el exhibicionista y llora el eyaculador precoz, y se masturba la telefonista, a la hora del ardor, a la hora del terror, cuando cantan los grillos de la depresión. Cuando los besos saben a alquitran, cuando las almohadas son de hielo, cuando el enfermo aprende a blasfemar, cuando no salen trenes para el cielo, a la hora de maldecir, a la hora de mentir. Cuando marca sus cartas el tahúr y rompe el músico su partitura y vuelve Nosferatu al ataud y pasa el camión de la basura, a la hora de crecer, a la hora de perder, cuando ladran los perros del amanecer.