Teníamos el tiempo
para hacerlo pasar
pensando en algo más que en el billete.
Teníamos juguetes
y ganas de jugar
y no de mirar
el noticiero de las siete.
Teníamos un juego:
queríamos triunfar
venciendo al capitán igual que el zorro,
buscábamos un modo
barato de viajar
para estampillar
la vieja libreta de ahorro.
Éramos tan felices
que no nos dábamos cuenta,
se podía vivir, se podía dormir
sin alarmas en la puerta.
Éramos tan felices
que no nos dábamos cuenta,
se podía reír, se podía decir
lo que ahora no creemos
y que unidos triunfaremos.
Teníamos el tiempo para hacerlo pasar
con bromas al más gordo o al más bajo
y cuatro escarabajos con el pelo hasta acá,
teníamos canciones y trabajo.
Teníamos un juego llamado libertad,
jugábamos jugándonos la vida,
la parte divertida no me la acuerdo más,
pero me acuerdo bien de las heridas.
Éramos tan felices
que no nos dábamos cuenta,
se podía vivir, se podía dormir
con la puerta siempre abierta.
Éramos tan felices
que no nos dábamos cuenta
de lo que iba a venir,
lo que se iba a sufrir...
Qué difícil ser feliz en los noventa.