Teníamos el tiempo para hacerlo pasar pensando en algo más que en el billete. Teníamos juguetes y ganas de jugar y no de mirar el noticiero de las siete. Teníamos un juego: queríamos triunfar venciendo al capitán igual que el zorro, buscábamos un modo barato de viajar para estampillar la vieja libreta de ahorro. Éramos tan felices que no nos dábamos cuenta, se podía vivir, se podía dormir sin alarmas en la puerta. Éramos tan felices que no nos dábamos cuenta, se podía reír, se podía decir lo que ahora no creemos y que unidos triunfaremos. Teníamos el tiempo para hacerlo pasar con bromas al más gordo o al más bajo y cuatro escarabajos con el pelo hasta acá, teníamos canciones y trabajo. Teníamos un juego llamado libertad, jugábamos jugándonos la vida, la parte divertida no me la acuerdo más, pero me acuerdo bien de las heridas. Éramos tan felices que no nos dábamos cuenta, se podía vivir, se podía dormir con la puerta siempre abierta. Éramos tan felices que no nos dábamos cuenta de lo que iba a venir, lo que se iba a sufrir... Qué difícil ser feliz en los noventa.