En Cuba, los trovadores
son como patinas de colores
sobre (...) más silento
que hay en la Cámara de los Lores.
En Cuba, los trovadores
son como sátiros detractores
que bailan una mazurca
sobre la cena de los rectores.
En Cuba, los trovadores
a veces, parece a veces,
se paran sobre el abismo de sus canciones.
Por eso yo te aconsejo que no te pares
donde se paran los trovadores.
En Cuba, los trovadores
son como vándalos profesores
que se salen del programa
y sacan de quicio a los directores.
En Cuba, los trovadores
son como noticieros cantores
que tienen mucho más filo
que la cuchilla de los censores.
En Cuba, los trovadores
a veces reman, a veces riman
a veces son lacerantes y te lastiman.
Por eso yo te aconsejo que nunca vayas
donde te invitan los trovadores.
Y cuentan que pasan horas de vigilia
echando pulseadas con los del poder
o refunfuñando por sus profecías
que se desdibujan cada amanecer.
Y cuentan que gritan palabras soeces
y tañen la viola con tal frenesí
que todo termina en un gran aquelarre
donde hace cien años, me hicieron a mí.
En Cuba, los trovadores
son cavernícolas senadores
que no piden la palabra
y siempre se burlan de sus mayores.
En Cuba, los trovadores
son sometidos a comisiones
que silencian sus becuadros,
sus sostenidos y sus bemoles.
En Cuba, los trovadores
a la mitad de algún estribillo
tienen que cantar un silencio con puntillo.
Por eso yo te aconsejo que no te calles
si un día se callan los trovadores.