En Cuba, los trovadores son como patinas de colores sobre (...) más silento que hay en la Cámara de los Lores. En Cuba, los trovadores son como sátiros detractores que bailan una mazurca sobre la cena de los rectores. En Cuba, los trovadores a veces, parece a veces, se paran sobre el abismo de sus canciones. Por eso yo te aconsejo que no te pares donde se paran los trovadores. En Cuba, los trovadores son como vándalos profesores que se salen del programa y sacan de quicio a los directores. En Cuba, los trovadores son como noticieros cantores que tienen mucho más filo que la cuchilla de los censores. En Cuba, los trovadores a veces reman, a veces riman a veces son lacerantes y te lastiman. Por eso yo te aconsejo que nunca vayas donde te invitan los trovadores. Y cuentan que pasan horas de vigilia echando pulseadas con los del poder o refunfuñando por sus profecías que se desdibujan cada amanecer. Y cuentan que gritan palabras soeces y tañen la viola con tal frenesí que todo termina en un gran aquelarre donde hace cien años, me hicieron a mí. En Cuba, los trovadores son cavernícolas senadores que no piden la palabra y siempre se burlan de sus mayores. En Cuba, los trovadores son sometidos a comisiones que silencian sus becuadros, sus sostenidos y sus bemoles. En Cuba, los trovadores a la mitad de algún estribillo tienen que cantar un silencio con puntillo. Por eso yo te aconsejo que no te calles si un día se callan los trovadores.