Yo le pregunto a Usté donde quedaron los veinticinco pesos ¡caramba! que me quitaron. Cierto es que veinticinco son harto poco, pero p'a mí no lo eran parez que p'a Usté tampoco. Con esos veinticinco, pensé en comprarme, una camisa, linda ¡caramba! p'a apitucarme. P'a apitucarme sí, quién lo diría, y hacerle a la María ¡caramba! la puntería. Me compré la camisa y ahí me agarraron, me metieron p'a dentro ¡caramba! y no me soltaron. Me patiaron a conciencia ni se me nota, con cierta preferencia ¡caramba! por las pelotas. Mi alma no es rencorosa, ni nada d'eso, sólo quiero mis cosas ¡caramba! y mis pocos pesos. Yo quiero, `por lo pronto, que me risuelvan este problema tonto que tengo y me los digüelvan. Porque sino, les digo, no es p'a la risa, si encuentro a algún amigo ¡caramba! con mi camisa. Quién será el que legisla p'a estas custiones p'a mí es una camisa par'otro los pantalones. Si no digüelven todo, la cosa no anda. Se pondrá peligros, el asunto p'a los que mandan. Porque el pueblo no quiere ser despojao por cuatro locos sueltos ¡caramba! y un desclasao. Ahora me voy cantando, con mi guitarra, de asao y en asao ¡caramba! de farra en farra. Nadie puede obligarme a donde vaya porque ahora soy el dueño ¡caramba! de mi chupalla. Mi chupalla y mi manta, soy dueño d'eso, poro toavía me faltan esos veinticinco pesos. Si yo no los recibo, voy a contarlo, los buscaré yo mismo ¡caramba! y hasta encontrarlos. Y cuando los hallare, arranca d'esa, porque no va a quedare ni títere con cabeza. Ahora tengo mis manos p'a dar la lucha. ya no estoy amarrao ¡caramba! ni con capucha. Yo voy cantando coplas, cantando juerte, porque la copla es copla ¡la vida! y hasta la muerte.