El hombre no había visto nunca un árbol. Soñaba tener el verde en la piel. El hombre no había visto nunca un árbol. Crecido en a sal, vivía su mal. Aquella mujer del Sur, le trajo el verde en la boca, y el susurrar de las hojas en una lágrima azul. Le trajo el vede en la boca aquella mujer del Sur. El hombre la oía conversar, con pena, del viento, la red, el Norte, la sed. Bajaba, callada su mañana, al agua, el día final veía llegar. Tenían húmedo sol sus ojos iluminados, y el verdor caracolado del manantial cantador. Sus ojos iluminados, tenían húmedo sol. Recitado. Entonces el hombre sentía celos y se preguntaba: ¿Será el verde, tan hermoso, como p'a querer volver? ¿Valdrá la pena de ver un nido en árbol frondoso? Y celando y preguntando vivía amores ausentes. el árbol, siempre presente, lloraba en los ojos mozos. Canto. El hombre no había visto nunca un árbol. Soñaba tener el verde en la piel. El año que se murió, de tanto trabajo y tiempo, pedía, con dejo lento, un sueño para el adiós. pedía, con dejo lento, el año que se murió. Recitado. Los hijos, para su muerte, y pensando siempre en él, le hicieron, junto a la puerta, un álamo de papel. allí, con ojos brillantes, se murió el viejo minero, aún cuentan, los que lo oyeron, que dijo, lleno de fe. "Los ojos de mi mujer siempre me hablaron de ti y ahora que te conocí y cómo no lo iba a hacer" Se murió el viejo minero junto al árbol de papel y sus verdes ojos buenos se fueron, también, con él.