Por tercer día él ve amanecer desde una cama vacía, por tercero le oímos persignándose, Jesús, José y María. Y el tercer día, jura, es el peor le tendríais que ver de rodillas con cara de idiota arañando el parqué. Hizo listas de las personas con las que había dormido. Puso en rojo los nombres de aquellos que resultaron heridos. Su apellido figura una vez de cada cinco o seis en un rojo tan vivo que al mirarlo dolía. Él lloraba y gemía al pensar que le quedaban aún otros tres días. Y cambió los muebles de lugar un treinta de noviembre, fue a dormir y de nuevo al despertar estaban donde siempre. Que es diciembre, no abril, el mes más cruel, quién se lo iba a negar si las horas le duran hoy lo que dura una vida, si el plan de su vida a día de hoy consiste en nada más que en llegar al cuarto día. Si las horas le duran hoy lo que dura una vida. Llegaré al cuarto día, gemía, pero lo peor, señor, es que llegará, es que llegará, y que a ese día le sucederá otro día más, y otro día más, y otro día más, y otro más, y uno más, y otro más, y uno más, y otro más, y otro más, y a ese día le sucederá otro día más, y otro día más, y otro día más, y otro más, y uno más, y otro más, y uno más, y uno más, y otro más, y a ese día le sucederá otro día más, y otro día más, y otro día más, y otro más, y uno más, y otro más, y uno más, y uno más, y otro más, y otro más, y otro más, y otro más, y uno más, y otro día más.