Manuel de Jesús Galván - 33. Hiel sobre acíbar lyrics

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Manuel de Jesús Galván - 33. Hiel sobre acíbar lyrics

Llego el día señalado para la solemne retractación que todos tenían por convenida y ofrecida de parte de los austeros frailes dominicanos. La iglesia mayor no podía contener en sus extensas naves el concurso de gente que, estimulada por los soberbios oficiales reales y sus amigos, acudían a solazarse en la humillación de aquellos humildes religiosos; rebosaba el templo en sedas, bordados de oro, plumas y relucientes armas; porque se quería que aquel acto, que tenía por pretexto y apariencia el desagravio de la autoridad real y publica, se consumara con todo auge y aparato de una solemnidad oficial. Apareció, después de cantado el evangelio, el ya célebre padre Montesinos, y se dirigió al pulpito con paso mesurado y modesto semblante. Ya en la sagrada cátedra, examino con su mirada penetrante el numeroso concurso, y comenzó con voz apacible su oración – exponiendo a grandes rasgos y como en resumen lo que había dicho en la plática del anterior domingo; y entrando en seguida a perorar sobre aquella exposición, cuando los oficiales reales lo más exaltados encomendadores se figuraban que iba a explicar sus punzantes censuras dándoles un sentido diametralmente opuesto a su literal significación, esperando que con auxilios de tropos y recursos de retórica intentaría la demostración de que todos los vituperios del precedente sermón encerraban por virtud mística, hipotética, hiperbólica y metafísica, un elogio completo, una apología brillante de bondad, caridad, generosidad y abnegación de los colonos para con los indios sus siervos el intrépido orador parafraseando un versículo del libro de Job, vertió al castellano la sentencia que encierra, en los términos siguientes: “Tornare a referir desde su principio mi ciencia y verdad, y aquellas mis palabras, que asi os amargaron, mostrare verdaderas”. Repitió y corroboro con más fuerza y terrible elocuencia todos los anatemas que había fulminado antes contra los tiranos opresores de indios, y acabo por declarar que la comunidad de los dominicos había resuelto negarles los sacramentos lo mismo que si fuesen salteadores públicos y asesinos; y que podían escribirlo así a Castilla, a quien quisiesen, pues en obrar de tal manera tenían por cierto los padres dominicos que servían a dios, y no pequeño servicio hacían al rey. Concluyo el sermón en medio de los gruñidos y el alboroto de los oyentes, cuyo despecho llego al último extremo cuando se vieron de tal manera burlados y defraudada su esperanza de escuchar una retractación. El padre Montesinos bajo tranquilo y sereno de la cátedra, y se fue a su convento sin hacer mas caso de aquellos curiosos que si fueran una bandada de loros, sin conciencia de sus discursos; y los encomenderos persuadidos de que nada podían recabar de los pertinaces religiosos, ni si quiera intentaron abocarse otra vez con ellos, sino que después de juntarse a deliberar, acordaron dirigir al rey un sañudo informe contra los frailes de la orden de los dominicos acusándolos de sediciosos, perturbadores y rebeldes a la autoridad del rey y sus ministros en la colonia.