Después de las rupturas, iniciada la tibia mansedumbre que sobrevive, brasas primeras del atardecer premonitorio en el hervor de las memorias. Ahora en horas de escasos segundos empiezan las piedras a ser mortales y el viento, como insultos cansados, debilita el paisaje. Después de las rupturas, exánimes, se rompen ellas mismas, una a una.