Si el amor alguna vez fuera algo más que dos espejos frente a frente, o el miedo al tiempo que no vuelve, que se escapa, victorioso, sin pedir perdón, no sería el ave que voló. Si el amor alguna vez fuera algo más que encuentro de almas solitarias en el rechazo de ser nada que no es nada sino toda la desolación, no sería la más pesada de las cadenas, el pozo seco de la tristeza ni la herida que nunca cicatriza. Si el amor alguna vez fuera algo más que la necesidad urgente de que los cuerpos se alimenten con los cuerpos perpetuando su contradicción, no sería sustento del dolor. Si el amor alguna vez fuera algo más que dos verdugos inconscientes jugando al juego de la muerte con la vida que se entrega a la inmolación, no sería la más pesada de las cadenas, el pozo seco de la tristeza ni la herida que nunca cicatriza.