Te vi como mecida, en algo... cubierta de racimos, más que blancos... tu fuiste la querida, en la tormenta... No llega ya mi voz, a tu alma... las ostras se han servido, de tu nácar... mientras oigo tu ruido, ruido de magia... Recuerdo haberte amado, así dormida... en aquellos que fueron, débiles sueños... crepúsculos del fuego, sobre tu noche... Y así palpita el Dios, que fuíste... bailando entre las piernas, gigantes... verás que nuestra danza, está quebrada...