En la ciudad de los sueños perdidos las ofrendas se nos van de las manos aldeas infinitas, chozas en el barro damos en el blanco tanto como pifiamos desde las cavernas tribus humanas pasiones de mitad de tabla mandamos el último cupón al cielo raspándole el óxido al cerebro junto al cigarro me prendo fuego nena sí, vamos a hacerlo esta noche brillar es todo lo que nos dan mordamos el anzuelo dios también tiene su propio infierno manantiales hirvientes a punto de desbordarse en este club de la peor especie crucificados en esta jungla aún respiramos afiebrados por el antídoto lucimos nuestra máscara de gas reconocernos es la clave somos tiernos rebaños en garantía sobrevivientes por poco tiempo siempre pagamos con nuestro pellejo somos nuestra propia venganza nos convertimos en lo que siempre odiamos la vida la aprendemos mordiendo el polvo para que después un dios piadoso cure las llagas de nuestros revolcones prisioneros de nuestras propias reglas vamos zumbando como moscas muertas a la faz del futuro arrancados de este mundo estamos bajo su protección y su deshonra con el ánimo turbado, sin más fortuna que el desconsuelo seremos diferentes esta noche en el ojo de la tormenta vamos a reservar un lugar nos perderemos del lado de los sueños y seremos ciegos al servicio de la naturaleza (el amor es un gran suicida, ilumina allí donde antes había sombras) forjando el último eslabón de la cadena disfrutaremos de una buena velada antes de volver a ocupar nuestro puesto en este club de la peor especie.