Muchas gracias, al parecer todo está bien, muchos aplausos, bastante público, mucho cansancio. Tal vez, aquí, esta jornada se termina, tal vez comienza, luego, en otro lado, a veces la gente no imagina el sacrificio de nuestro apostolado. Siempre hay otra función donde cumplir la sagrada tarea encomendada, a veces llena, el alma, de sufrir, a veces una sola sonrisa, luego nada. Los viejos actores renunciaron a las cosas materiales de la vida una vez, por dulce voz, fueron llamados y se entregaron a esta loca fantasía. He sido el Dios Mayor, he sido el Diablo, he sido el Capitán y el Marinero, He caminado tiempo y, arribando a Puerto Soledad, he sido bueno. He sido un Gran Señor, he sido el pobre, he sido el hombre malo y el amigo, han valido fortunas mis errores y he aprendido a querer cuando el mendigo. He sido amado, bien, bajo estas luces. Me han comprendido, bien, bajo estas luces. Me han otorgado honores, bien, bajo estas luces. Y he apagado mi sed, bajo estas luces. Pero ¿Quién soy, por Dios, fuera de aquí? Tal vez el hombre triste y pensativo, tal vez aquel que dejó toda una historia A veces son duras las palabras para contar esta verdad de viejo actor, sin embargo no me sobran ni me faltan: morir abandonado en un rincón. ¿Dónde está la mano, generosa, en el aplauso? ¿Nos sirvió, acaso, de sostén cuando caímos? Apenas una flor, sencilla, en el ocaso y una triste canción para el camino. Los viejos actores nos legaron todo un siglo de sueños compartidos, y nos vigilan, con ojo fino y sabio, "estos nuevos serán lo que no fuimos". Y uno se entrega, por entero, a esa confianza, y se siente el mejor, sin discusión, y vibra, y vive, y se entusiasma y quisiera fuera eterna la función. Entonces, Señor, los aplausos no son nuestros, son de todos aquellos olvidados, son de aquellos hermanos que murieron fracasados, triunfadores o ignorados. Y de los otros, esos que están tras la cortina, y de aquellos que viven su pobreza con orgullo, y razón, de gente digna caminando levantada la cabeza. Los viejos actores fueron bravos caballeros, quijotes de la escena, de allí venimos nosotros, hoy aclamados, sin haber conocido ni una pena. Tal vez por eso somos débiles y tontos. Tal vez por eso se nos llena la cabeza de vanidad, y de humo, cuando todo se nos dio servido y en la mesa. ¡Salúd! viejos actores del pasado. Es mi turno el que hoy termina, simplemente, pero ya está el que sigue, preparado y la función continúa, como siempre.