Llegaste a este barrio aquella tardecita trayendo tu alegria como una bendición, y nuestra muchachada, al verte tan bonita, retuvo en sus pupilas tu magica visión. Los mozos más apuestos, tenorios insinuantes, vertieron en tu oido ternuras sin igual, ni te faltaron cartas rimadas y galantes desde el vulgar versito al fino madrigal. Y en las noches silenciosas, al pie de tu humilde reja, un cantor alzo las quejas de sus penas angustiosas, y su amoroso lamento iba volcando en el viento sus palabras armoniosas, mientras que el grito de su alma no heria la dulce calma de la dueña de su amor. También vos palpitaste y un día conociste la dicha más suprema: sentir una pasión. Y aquel muchacho bueno...tan palido...tan triste... quien sabe con que frase gano tu corazón! Y viendo que hoy te casas, el barrio entristecido presiente que otra piba más linda no ha de hallar, y aquellos que te adoran, al ver que te han perdido, quien sabe cuantas veces tu ausencia han de llorar.