Yo no tenía voz viajaba entre paredes andaba por las calles sin ver con los oídos y quedaba una estela sin ecos a mi paso. Sentía que había algo detrás de los rumores una como presencia de cantos en las cosas: silencio era este viaje de guitarra dormida. Me faltaba un dolor para alcanzar el grito una bandera herida o una espantosa lágrima que llegara a la tierra trizándome la vida. Así que vagamente entonaba palabras latidos sin bordonas alaridos sin luto invocando tinieblas o nubes desterradas. Entonces de repente sobrevino tu muerte como una campanada y subí hasta el poema para encontrar tu boca y hablar por ella ahora. Pensar que eras amigo de tanta sed viajera que juntos nos hicimos canción de llamarada y corrimos al viento con las manos abiertas. Pensar que recorrimos la antorcha más unida cuando tú nos traías un día de noviembre melodías de arado y rezos para el alba. Ahora estás callado cantando lo de siempre subido a tu estandarte con balas en el pecho compartiendo Ia herida la lágrima del pueblo. Aquí tienes palabra para volver al día renuncia a tu nocturno recinto dolorido y que se queden muertos los que te dispararon. Toma mi voz entonces hagamos con tu sangre venganza y poesía. Vistámonos de patria callémonos cantando canciones de victoria.