Lustrador de las miserias ambulantes Sé que todos usan guantes para estrechar tu mano, Sucias desde el antebrazo hasta todos tus dedos, Que aunque sean diez impotentes son, Que aunque sean diez, tus manos son dos. Luchador de la ironía cotidiana, Entre tus manos mugrientas oprimes tu arma de cerdas, Como todas las mañanas en la calle o en el bar, Te llaman a vos sin saber quien sos. Alumno sin maestro. Quién te dio a luz a oscuras. Si pensamos que tu vida es ignorante, Entre frascos de tinturas, entre pobres y avenidas, Tienes tu epitafio listo y un diez, de graduado en, En la vida, lustrando al sol. Cuanto te amé, pequeño; Cuanto lloré, tu muerte Entre diarios y franelas