Camino a las alturas se ven los gavilanes, se pierden en las nubes y se acercan al sol. Regresan pensativos mirando al infinito. No saben si en la lucha alguno se quedó. Según sus propias leyes aplican la justicia, poniendo por delante su noble corazón. Las garras afiladas, ya prontas al ataque, esperan el momento para entrar en acción. ¡Vuelen, vuelen, gavilanes, a pelear por la razón! No es verguenza ser bandido si se roba al que es ladrón. ¡Vuelen, vuelen gavilanes y no dejen de pelear! Que la suerte de los pobres en sus manos va a quedar. Que prendan las hogueras detrás de la cascada, que todas las estrellas comiencen a brillar, que suenen las guitarras y canten sus recuerdos, que al fin los gavilanes también saben amar. Que venga el centinela y también que se divierta, que estemos todos juntos, mañana Dios dirá. Y cuando el sol se asome y acabe con la noche, entonces, gavilanes, ya es hora de pelear. ¡Vuelen, vuelen gavilanes, a pelear por la razón! No es verguenza ser bandido si se roba al que es ladrón. ¡Vuelen, vuelen gavilanes y no dejen de pelear! Que la suerte de los pobres en sus manos va a quedar.