Querida señora: Estoy desesperado. Vivo en un purgatorio. Soy un alma en pena Desde que habéis clausurado el consultorio. El corazón os ha fallado O sencillamente habéis decidido Que ya es hora de hacer callar la radio Y que nos espabilemos sin instructora. Querida señora Francis: ¿Cómo haremos para que No se peguen los canelones? ¿Cómo sabremos si aquel muchacho Trae buenas intenciones? ¿Quién nos hará compañía A los corazones solitarios? ¿Quién nos aclarará cómo se quitan Las manchas de café? ¿De quién recibiremos instrucciones para defendernos del acné? Con el tiempo y una caña Seguro que nos rehacemos Y nos lo llegamos a creer, Pero hoy, ¿quién nos aclara cuáles son Nuestros derechos y nuestros deberes? Irán sobrecargados de trabajo los médicos Y los curas y vendrán a suplantarte Las bolas de cristal, Los leedores de manos, Los echadores de cartas. Querida señora Francis: Estoy destrozado. No entiendo cómo sois capaz de hacernos esto. Nuestra relación ha sido toda una vida Y no nos podemos despedir así, A la francesa. Tenga la atención de aclarar A esta buena gente Cómo se han de vestir para Ir a vuestro entierro.