Deja que te vea. Cómo pasa el tiempo. Somos el lamento de una vieja herida. He gastado días persiguiendo el viento, he perdido el mapa, he dado la vida. He robado pan de la mesa del rico, me volví un experto en perder solitarios. Llega tu recuerdo y me hago el distraído. Bebo en tu memoria y me estrello en tus labios. La vida es eterna en cinco minutos; los que nos tomaba quitarnos la ropa. Lo que el amor tarda en descubrir mis trucos o tu despedida en borrarme la boca. No es verdad que el tiempo nos lo cura todo, y no está el mañana ni el ayer escrito. Yo sigo esperando que nieve en agosto. De mayor yo siempre quise ser un niño. Y ven, deja que el viento nos lleve, que nuestras citas esperen, hoy les toca compartir. Y ven, no existe el tiempo perdido. Cada minuto vacío siempre está lleno de ti. En los andenes, en cada espera, he dibujado una luna llena. Y en el vagón fui un lobo herido soñando el viaje que nunca hicimos. En los atascos grité tu nombre, cantando sobrevolé los coches hacia las playas en que te nombran, y de tu mano salté las olas. Deja que te vea, tanto que contarte. Es que a mí el olvido no se me da bien. Aún siento la urgencia de aquel estudiante que en la barricada no aprendió a perder. Aún no he escrito el himno de esta despedida, lloro como un tonto con cualquier anuncio. Pierdo los papeles con una sonrisa y en la fiesta ajena aún me marcho el último.