Apareciste en la mitología de mi amor de la mano de mi madre con un acento raro y una boina tornasol. Un día me contó que ya no estabas y se le quebró la voz. Aprendí tu diario y tus mañas de orador como la Biblia moderna y con "Che Comandante" y la "Suite de las Américas" ya completé el rosario y el avemaría de mi religión. Guevara, tú vuelves al camino con la adarga al brazo, pintado en los pullóveres de los muchachos o vigilante desde la pared. Por eso te llevo en mi cartera como un buen resguardo o como la casera, estampita de un santo, para que me proteja y me hale las orejas si algún día malo me olvido del Che. Tus hijos comieron del mismo pan que comí yo, fuimos al mismo colegio, viviste con el pueblo en su misma condición, por eso estás al lado de Camilo y a la izquierda de Changó. Y a los que te utilizan como tema del sermón y hacen todo lo contrario no les permitiremos mas discursos en tu honor ni que usen tu retrato si van a predicar lo que no son.