Querido Santa Claus yo te escribo pues me he portado muy bien este año. Yo soy un niño muy caritativo que a los animalitos no hace daño. Que me trago la comida insípida de mi abuela, que le cargo sus mapures que le friego las cazuelas. Soy bastón de los viejitos en difíciles subidas, lazarillo de los ciegos al cruzar por la avenida. A mi mamá la sigo en sus creencias y a mi papá le cepillo las botas. Realizo mis tareas a conciencia y a fin de año tuve buenas notas. Y hasta he ganado concursos que premian sabiduría, ya no escribo en las paredes y cuido la ecología. No me burlo de Carlitos diciéndole "cuatro ojos", no le digo "dientefrío" a Manolito y no lo enojo. Por eso es que te pido, venerable Santa Claus: te acuerdes de este niño que tan bien se te portó. Tal vez un tren eléctrico, un Nintendo, o qué sé yo. O una patineta, mejor una bicicleta. Esa es la mejor manera de premiar a un niño ejemplar. Entonces, Santa Claus, es que no entiendo que me hayas traído un camión de madera, un dominó -que no es ningún Nintendo- y sobre todo aquella mierda de trompeta. Te voy a decir que haces si antes yo no te estrangulo: esos ridículos juguetes te los metes en el culo. Pedante Santa Claus y me disgusta que hasta el hijo menor de mis vecinos que un soberbio tronco de hijueputa, enano con instintos asesinos se pasea por el barrio, él con su nueva bicicleta, y yo y yo con ganas de meterle en la cabeza la trompeta. Pero que se cuiden los viejitos de mi ira despiadada y si me encuentro a tus renos, coño, me los cagaré a pedradas. Por eso es que te digo, decadente Santa Claus, me cago en tu trineo y la puta que te parió. Hice de comemierda todo un año y no sirvió, para el año que viene, sí, para el año que viene, sí, para el año que viene seré yo un niño cabrón.