Se escuchaba en el deslunado cuando todo estaba callado, maldecía las mañanas y a gritos nos avisaba. No veis que estamos locos, no veis que somos presos, no veis que estamos locos. Al principio daba risa, al principio daba pena. Atentó contra su vida pero nunca tuvo suerte. Cien heridas en su cuerpo, varios escapes de gas, inundó la vecindad mientras se le oía gritar ¿No veis que estamos locos?, ¿no veis que somos presos?, no veis que estamos locos. Un incendio fue la última que hizo en plena libertad. Los guardias se lo llevaron y a golpes no lo callaron. ¿No veis que estamos locos?.