Ahora me levanto cada día mareado y me duele el hombro, por dentro. Quizás será siempre así y tendré que acostumbrarme a estar medio enfermo. Pero este año he conocido a un otaku y me he hecho amigo de su pandilla de otakus, y estoy mucho más contento, lo que siento es lo que siento. Son más jóvenes que yo, pero no se han dado cuenta o no les importa. Vamos a merendar a sus casas con sus madres ahora que las tardes se hacen más cortas. Y sus madres, cuando salen a tender los pantalones cortos de los otakus, me miran a los ojos y me dicen: "Ya no estás solo, ahora tienes a nuestros hijos, fíate siempre de nuestros hijos", me lo dicen hasta que ya es de noche. Los otakus me acompañan al metro y me hablan de sus cosas de ellos, de sus cosas de ellos. Ahora soy sonámbulo, me levanto y no me entero, esto me pasa hace dos o tres años, y me persigue la posibilidad de la hematuria cuando voy al baño. Estas cosas me preocupan, me miro al espejo y las pienso y las pienso y las pienso, pero los otakus vienen y me pasan la mano por la frente. Me redimen y me perdonan, y cantamos algo de Kumi Kōda, y bailamos algo de Kumi Kōda. Y sus madres me miran sin parar de reírse y me dicen: ¿lo ves?, ¿lo ves?, ¿lo ves como todo se arregla? ¿lo ves?, ¿lo ves?, ¿lo ves como todo se arregla? ...