Después de tantos años de cuento y canto,
de gritar los caminos, herida y llanto,
bajo la luna nueva, como agua clara,
una lágrima surca, tibia, mi cara.
Y su andar es un río, todo decirme,
¿Dónde está el mar del alma para morirme?
Pero no es la tristeza la que me embarga
ni esta lágrima, perla, la más amarga,
todo pasa, o se queda, y al fin del viaje
ya nos hemos gastado todo el pasaje.
De niño la guitarra, toda misterio,
me cantaba, y contaba, de campo bueno,
del trabajo del hombre, de sus amores,
de los sauces, el río, de sus colores,
todo esperanza, todo, verde esperanza
y los ojos perdidos, tanta distancia,
abuelo ¿puede el río llevarme al mar?
y el abuelo soñaba sin contestar.
Y un hombre con horqueta y otro con hacha,
¡en la parva es la fiesta! la espiga canta,
y le contesta el eco de la montaña
con su voz de madera, de verde rama.
Uno el amor, otro la tierra,
profundos los caminos, mujer y selva,
recibe la simiente, tibia, la hembra,
cae el árbol y brota la fuente eterna.
Vertiente de agua fresca, eternamente,
en todos los caminos, siempre presente,
para la sed, la vida, para el viajero
que se aventura, un día, sueño y sendero.
El mundo es grande y bueno, para correr,
aunque a veces no vemos, en él, lo que hay que ver.
¿Qué hay bajo la piedra del camino?
Una pisada, seca, de algún niño
que pasó, por allí, cuando la piedra
de algún lugar, aún no había caído.
¿Fue su paso, paso dado
hacia el hombre bueno y su destino?
¿O se perdió, dos pisadas adelante,
tras la meta, ambiciosa, sin sentido?
Nadie sabe decir, todo es pasado.
Así marcha un poeta hacia el exilio.
Así pasó, una vez, crucificado,
aquel que nos legó tanto cariño.
¿Qué hay bajo la piedra del camino?
Un gusano, pequeño, de este siglo,
como tú, tus hermanos, tus vecinos,
todo verdad concreta, todo ha sido,
y será, así ha sido,
a pesar de los viejos cataclismos,
a pesar de los horrores nuevos
que inventa el genio para destruirnos.
Pero nada ha cambiado, tú lo ves,
el hombre sufre cuando se siente herido,
recurre al Creador y se arrepiente
de todos los pecados cometidos.
¿Qué hay bajo la piedra del camino?
Así comienza la vida un nuevo ciclo,
un poquito de musgo, de humedad,
y así será, por los siglos de los siglos.
Hay un tiempo, en mi guitarra, que habla, con voz cariñosa,
que me cuenta de esperanzas, de cosecha venturosa,
cuando era el color del alba igual que el atardecer
y los ojos escapaban ansiosos de ver y ver.
El amor se llamó niña, de carne dura y morena,
de piel suave tersa y tibia su boca jugosa y nueva,
el alma se me escapaba, desde su cuerpo a la siembra
y viví con dos amores durante mi adolescencia,
uno se llamó mujer, el otro se llamó tierra
y repartí y querer, por igual, entre ella y ella,
y crecieron las espigas, como el oro, en una de ellas,
de la otra, todavía, algún recuerdo me queda.
Sus ojos que prometían, mil cosas, cuando la siesta
y su calor de hembra mía la noche de la cosecha.
Tenía vino la viña y el manantial agua fresca,
por allí se fue mi niña y jamás he vuelto a verla,
ella eligió su camino, yo me quedé con la tierra,
pero jamás el olvido pasará frente a mi puerta.
¿Hacia dónde vuela la paloma de la paz?
¿Ha oído usted, señor, de su destino?
¿Dónde se posa la paloma, de la paz,
con su verde ramita del olivo?
Es hora entonces de empezar a preguntar
y echar a caminar hacia ese sitio,
allí seguramente de estar
todo aquello anhelado y no obtenido.
A buscar la paloma todos juntos,
vamos a lavarle las manos a este siglo,
vamos a limpiarle la mirada
y a poner todas las cosas en su sitio,
vamos a tapar el cráter de la bomba,
vamos a ponerle nombre a tantas cruces,
vamos a borrar, de las personas,
la horrible cicatriz que hoy día lucen.
¡A buscar la paloma en el trabajo!
¡En la mirada limpia de los hijos!
¡En la esperanza, dulce, y el milagro
que se llama mujer, en pan y en vino.
¡A buscar la paloma, todos juntos!
en este canto bueno y compartido.
¡A buscar la paloma, todos juntos!
en este canto bueno y compartido.
¡A buscar la paloma, todos juntos
en este canto bueno y compartido.