Quién no ha pensado en liberarse, alguna vez,
en escaparse de la rutina diaria,
mandarse a cambiar, una noche, por ahí, contento,
a tomar un trago o a soñar un cuento.
Caminar en busca de aventuras
como cuando muchacho, solitario,
conquistar, con un piropo, a todas las linduras
ser el galán de la historia que canto.
No pensar en la era del cuarenta,
¿para qué? es mejor olvidarse que ha pasado tanto
y echar a andar por la calle del setenta
como si recién viniéramos llegando.
Volver después de tantos años,
a vivir el desengaño,
de este mundo de colores
que parece tan extraño.
Volver a ver, en Primavera,
todo aquello que no fuera,
y que dejara tirado
por un sueño postergado.
Me acuerdo que dije:
Este año no voy a entrar en la Universidad,
voy a dedicarme mejor a trabajar,
voy a sacudirme la tiranía de la casa,
voy a planificar mi propia libertad.
¡Qué barbaridad!
metido, de cabeza, en la oficina
con un sueldo que no alcanza para nada,
mientras me saca la lengua, allá en la esquina,
mi idea de aventuras despreciada.
Hoy, por ejemplo, me acaban de dar una medalla
por treinta y cinco años de servicio,
el jefe me la clavó, con un puñal, en el pecho,
primero me sentí orgulloso como un niño chico,
y después me dio vergüenza lo que he hecho.
Pero se estila agradecer con un discurso,
incluso tuve que brindar con un trago de champaña,
me dieron ganas de aplaudirle la cara a los ilusos.
esos, que miraban envidiosos mi medalla.
Por eso debe ser que esta noche bailo con una mujer que no conozco
y la aprieto, entre mis brazos, en silencio,
y me dejo engañar, por el embrujo de sus ojos,
y le miento, al oído, que la quiero.
Volver, después de tantos años,
a vivir el desengaño,
de este mundo de colores,
que parece tan extraño.
Volver a ver, en Primavera,
todo aquello que no fuera,
y que dejara tirado
como parte del pasado.
Pero este año sí que voy a entrar a la Universidad.
¿Por qué no?
Voy a contarle, ahora mismo, a mi mujer de esto.
Voy a pedirle a mi hijo,
él entiende, claro, es abogado,
que me arregle los papeles del ingreso.
Y voy a estudiar, por ejemplo, medicina,
la gente dice que es una de las carreras buenas,
y si no puedo sanar, así, de su miopía a mi vecina
por lo menos me va a servir para curar mi propia pena.
Treinta y cinco años de servicio
y pensar que mañana hay que volver a la oficina,
claro que ahora me queda la duda,
si me nombran jefe del archivo
o me declaran inservible y me jubilan.
Volver después de tantos años,
a vivir el desengaño,
de este mundo de colores,
que parece tan extraño.
Volver a ver, en Primavera,
todo aquello que no fuera
y que dejara olvidado,
como parte del pasado.
Para saber, al fin, que no,
que no.