La vieja potranca negra, de mi compadre Alvarao, la vieja potranca, fiera, la de la oreja torcía, aquella que se moría por el potro colorao consiguió, al fin, lo anhelao y ayer nomás tuvo cría. Arisco como su padre salio, pues, negro como el azabache, bendito por cuatro frailes no hay quien el moño le agache. Una esperanza que canta, camino de dos comienzos, el hijo de la potranca corriendo, de cara al viento. Allá va, dirá la gente, allá va, los corazones. ¡Aquí voy! diran sus ojos retintos como carbones. ¡Guarda! que viene cantando el corazón que me ha dao, la vieja potranca negra, de mi compadre Alvarao. Hay que ver al buen caballo hecho sombra, allá en el cerro, galopando bien ¡carajo! casi pegao con el cielo. Hay que soñarlo gigante, quererlo como hijo de uno,
sentirlo hervir en la sangre, fruto del amor maduro. Hay quien dice que el caballo debe tener güena alzá, vengan a ver mi caballo después conversamos más. Allá va, dirá la gente, allá va, los corazones. ¡Aquí voy! diran sus ojos retintos como carbones. ¡Guarda! que viene cantando el corazón que me ha dao, la vieja potranca negra, de mi compadre Alvarao. Mi caballo nació limpio de mancha y de peladura, no quiero ponerle estribo ni amarrarlo a la montura. Cuando canta la mañana, lo viera usté galopando, camino de la montaña la tusa al viento, volando. Déjelo que se enmontañe, que corra paronde quiera, no seré yo quien lo ataje ni el que le ponga la rienda. Hay que ver a mi caballo milagro que ayer me ha dao, la vieja potranca negra de mi compadre Alvarao.