Veinte años, y un día, por matar a un animal que no valía ni un pelo de la cola de mi perro. Veinte años, y un día, que tengo que pagar como si juera deuda andar de ajeno. ¿Y qué hubiera pasao si yo no hubiera aparecío? ¿Y qué hubiera pasao si no llego? ¿Acaso a un animal enfurecío se lo puede parar con un consejo? No iñor, a veces es preciso meter ñeque y olvidarse de Dios y de los cielos apechugar de cara, y bien de frente, y encomendarse a toos los infiernos. ¡Al diablo la güena voluntá! cuando se juegan el cuero y el pellejo hay que apretar los dientes y agarrar sin pensar en lo malo ni en lo güeno. Yo tenía veinticinco, recordando, y la sangre ardiente y belicosa, me gustaba la vida, el sol y el campo, y la tierra madura y generosa. El mundo era mío y yo lo andaba, de vendimia en cosecha, sol y luna, ¿Mi profesión? p'a lo que usté mandara a mí no me quedaba grande niuna. Un día, a la sombra de unos maquis, no tenía, esa vez, donde ocuparme, yo soñaba un amor al fin del viaje y recordaba la casa de mi madre. Un grito; me levanto y una moza se me arroja en los brazos sollozando. ¡Por favor, ayúdeme! me dice temblorosa, con los ojos velados por el llanto. ¡Así que la paloma tenía su pichón! Dijo el hombre que venía detrás de ella. Vamos a conocer el color del corazón de este gallito, nuevo, de pelea. Él saca la cuchilla, yo la mía, se me pone un nudo en el güergüero, pienso en lo hermosa y güena que es la vida
y en como se la juega un hombre, entero. Los cinco sentíos en el aire, respiramos, profundo, y damos güeltas. Esta ronda no va a ser interminable me golpea, en el alma, la conciencia. ¡Un, dos! cortando el viento. Siento caliente un lao de la cara, pienso en Dios que, de allá arriba nos 'ta viendo y en la vida que un día me entregara. ¿Un, dos! cortando el viento. La sonrisa del hombre se contrae, yo me doblo, me lanzo a fondo y siento que le parto el corazón en dos mitades. ¡Cesante! jué la primera acusación, ¡Sin domicilio conocío! la segunda. Veinte años y un día, sin razón, sin ni medio, sin n'a, son una burla. Así pagan el pato los cristianos que se desgracian, como yo, sin culpa alguna, toa mi juventú aquí encerrao parece chiste: la ley pareja nunca es dura. Sin embargo acá a'entro me la gano, hago vihuelas p'a que canten los cantores, p'a que vayan por la vida desgranando sus penas, su alegría, sus dolores. ¿Y qué hubiera pasao si yo no hubiera aparecío? ¿Y qué hubiera pasao si no llego? ¿Acaso a un animal enfurecío se lo puede parar con un consejo? No iñor, a veces es preciso meter ñeque y olvidarse de Dios y de los cielos apechugar de cara, y bien de frente, y encomendarse a toos los infiernos. Veinte años por matar a un animal que no valía ni la mitá de l'uña más comia. Pero yo sé que no soy un criminal y que es este siglo material el porquería.