El dolor del corazón hace solidarios
a los hombres.
Debe ser por eso que en Lota,
los amigos son de una sola vez,
y para siempre.
La gente creyó, inocente,
que el horror pasaría
y que el desconocido patrón,
dueño del mínimo salario,
no permitiría otra desgracia.
Si, en algún lugar del mundo, compañero,
se ha llorado muertos,
ha sido en Lota.
Han caído víctimas del gas y la explosión.
Han caído víctimas de la injusticia social,
representada, muy bien, por una ley
de luma y bala.
Han caído, carcomidos los pulmones,
escupiendo sangre,
sobre las sagradas piedras
del planeta.
Han caído los hombres, y la historia
ha tapado sus muertes
usando, como un velo maligno,
la desinformación.
Por eso nadie dice nada.
Nadie dice nada, acerca de este pueblo
que vive tras una nube de polvo, negro,
que se mete más allá de la piel
donde las niñas son futuras mujeres
que no sirven, porque está prohibido
que bajen a la mina,
el único lugar donde se gana el pan.
Nadie dice nada sobre Lota.
Nadie le canta.
Nadie le escribe libros
ni te cuenta cuentos de sus cosas.
Anduve averiguando, por ahí,
y encontré muy poco, compañero,
muy poco.