Te contaré que anoche vi quemarse la luna,
tú quizás no me creas pero, en verdad, lo vi,
el mar estaba en calma y las olas, en la arena,
morían, suavemente, para no interrumpir.
Primero se puso roja y se fue consumiendo,
pedazo a pedacito, casi como sufriendo,
hasta que quedó un puntito, en lo negro del cielo,
pequeño, pequeñito, como tu pensamiento.
A mí me dio una pena, cuando la vi quemarse,
que mi alma, en seguida, comenzó a preguntarse,
¿Qué será de nosotros, mañana, cuando hallemos
nuestra playa vacía de luna y de recuerdos?
Quisiera escribir mi poema,
volar, hacia ti, y quedarme,
hacer un jardín con tus penas,
coger mi valija y marcharme.
Quisiera saber de tus cosas
allí, donde aún tiembla mi beso,
contar, una a una, tus horas,
hacerte feliz con un verso.
Y sin embargo nada te he podido traer,
van mis manos vacía sin saber
si es poema la lluvia o aquel amanecer
o acercarse a tu fuente y beber, y beber.
Con la luna se quemaron tu rostro y tu recuerdo,
y me quedo tan solo que me cuesta creerlo,
la luna se murió y tú, otra vez, te fuiste
¿Cómo escribir, ahora, sin luz mi verso triste?
Celoso de Dios, de tus penas,
yo quiero escribir mi poema.