Un día andaba paseando
el tordo con sus amigos
recogiendo semillitas
en un sembrado de trigo.
Y les contó que el domingo
tendría muchas visitas
porque estaba de cumpleaños
y haría una fiestecita.
Del viejo tordo del monte
dijo que había recibido
una herencia que quería
compartir con sus amigos.
Así es que comunicó:
¡están todos invitados!
y que no falte ninguno
pues leeré lo firmado.
Se fueron pronto juntando
los pájaros del lugare
para preparar la fiesta
y al buen amigo ayudare.
Emparejaron terreno,
hicieron una ramada,
y trajeron agua fresca
del fondo de la quebrada.
El pájaro carpintero (1)
les construyó el escenario
donde actuaría, invitado,
y cantaría, el canario (2).
Haría dúo con el chucao (3)
p'a cantar en esta fiesta
y así quedó construido
el sitio para la orquesta.
Del Norte llegó la suri (4)
la parina (5) y perdicilla (6)
que llegaron muy temprano
p'a agarrar la mejor silla.
Del sur vino la bandurria (7)
y el ñandú (8) muy enojado
por no recibir convite
reclamaba en todos lados.
Le explicó el siete colores (9)
que la culpa es del chucao
pues pasa siempre escondido
y nunca da los recados.
Igual, replicó la rara (10)
que tenía el mismo motivo
porque no daba la cara
pero igual había venido.
Toditos los convocados
se estaban acomodando
y la turca (11) y el chercán (12)
recién venían llegando.
¡Buen fiesta! ¡Buena fiesta!
decía el cortacorrientes (13)
mirando a la porotera (14)
que estaba parada al frente.
El cisne de cuello negro, (15)
la garza (16) y la codorniz, (17)
con su traje tan bonito
toreaban a la perdiz (18).
La diuca (19) con blusa blanca,
el jilguero (20) de amarillo
comentaba de su traje
que siempre ha sido sencillo.
La loica, (21) vestido rojo,
traje gris, la cuculí, (22)
y el trile, (23) con traje oscuro,
se paseaba muy feliz.
La cata (24) con la cachaña (25)
de traje verde vinieron
y el choroy (26) con el tricahue (27)
de igual color se vistieron.
(Siempre con la misma ropa,
pasan el año volando,
dijo, sin tino, el churrete (28)
que siempre la anda embarrando).
Después del aperitivo
empezó a tocar la orquesta,
ahora había motivo
y así comenzó la fiesta.
Hizo un anuncio el pitío (29)
que hacía de locutor,
¡Señoras y señoritas
ahora canta el picaflor!
Ahí reclamó la chirigua, (30)
pidiendo más maravilla
porque se la comió toda,
decía, la perdicilla (31)
La orquesta siguió tocando,.
Pronto llegó la comida,
había semilla y fruta
y una mesa bien servía.
En el lugar de los grandes
pusieron al aguilucho (32)
que miró en menos a todos
y le importaban un pucho.
Al gran cóndor (33) de Los Andes,
a la lechuza también,
al tucúquere (34) y al tiuque (35)
que se llevaban muy bien.
Cuando vino más comida
a sentarse llegó el chucho (36)
el que venía atrasado
aunque había volado mucho.
El jote (37) pedía asado,
el peuco (38) pidió pollito
el cernícalo (39) ratón
y el bailarín (40) lagartijo.
Vino el halcón (41) peregrino
porque llegaba de lejos
y como todos pedían
pidió el águila (42) un conejo.
Para servir oficiaron
garzas, de blanco vestidas,
para atenderlos a todos
se esmeraban y corrían.
El pato corta-corrientes (43)
se sentó al lado del cuervo (44)
por si servían pescado
p'a agarrar un congrio negro.
La gaviota (45) se ubicó
junto al martín pescador (46)
dijo que era buena yunta
porque comía mejor.
El guairao (47) preguntó
¿Traerán pescado del río?
asunto que, prontamente,
le fue confirmando el fío (48)
Diciendo que la noticia
la traía de la cocina
en donde de cocinera
estaba la becasina (49)
En la mesa del pellejo
se sentó la golondrina (50)
el gorrión (51) y la paloma (52)
porque eran de casa fina.
Así dijo la torcaza (53)
sentada junto al chincol (54)
la cuestión está malaza
porque este no bebe alcohol.
Al mesón de los cantores
el diucón (55) se fue a sentar
el zorzal (56) con el queltehue (57)
la tórtola(58) y el chercán (59).
De pronto muy enojada
se paró la tijereta (60)
porque dijo que el pequén (61)
le había mirado las tetas.
La tenca (62) empezó a cantar,
le siguió la cuculí,
y, de pié, entonaron todos
el Cumpleaño Feliz.
Ahí se entonó la fiesta,
con la comida y el trago,
y a todos los extranjeros
el tordo (63) fue presentando.
En primer lugar el tero (64)
que vino desde Argentina,
y que vino acompañado
porque traía una mina.
Al hornero (65) y al chajá (66)
que gritaba como loco
junto a otro pájaro, amigo,
que llegó del Orinoco.
Con la bulla no se oían
ni los nombres ni el país,
así es que no entiendo nada
se quejaba la perdiz.
Y le contaba a la tenca
que el águila americana (67)
por razones de trabajo
no llegaría hasta mañana.
(Alguien comentó que andaba
en el suelo ecuatoriano,
reprimiendo subversivos
que reclamaban más grano).
Entonces se paró un loro (68)
que venía desde Puno,
y dijo; cantemos todos
aunque no escuche ninguno.
A la hora de los postres
el tordo leyó el legado
que, p'a las aves del cielo,
su abuelo le había dejado:
Donde mandaba a los pájaros
permanecer muy unidos
p'a protegerse del hombre
su más feroz enemigo.
"Todos debían llevar
este mensaje a sus tierras,
que había que prepararse
antes que empiece la guerra.
Ya que el hombre ha envenenado
la comida y nuestra casa.
Yo sufro el mismo problema
testimonió la torcaza.
Ahí se emocionó el tordo
y alzó el puño desafiante
de México a Tierra del Fuego
habría que organizarse.
P'a que no vivamos, luego,
sin crías en nuestros nidos
¡Viva! gritaron a coro,
¡Volemos todos unidos!"
El tordo se quedó solo
cuando terminó la fiesta
y allí lo vieron llorar
junto al podio de la orquesta.
Abrazándose al discurso
que su abuelo le entregare
donde decía que el cielo
era de todas las aves.
Epílogo.
Así pasará a la historia
esta gran celebración
donde se llenó de cantos
el río Tinguiririca.
Ni la persona más rica
tuvo fiesta semejante
con más de ochenta cantores
todos del mejor talante.
Algunos se repelaron
de no haber ido a la fiesta,
el pato jergón (69) no pudo
por estar poniendo huevos,
tampoco vino el caiquén (70)
que andaba con el cachúo (71)
de farra junto al pidén (72)
trasnochando con el buho (73)
Ahí pues llegó calladita
la tagua (74) del altiplano,
y abrazados como hermanos
fueron a bailar a Quinta,
donde tanto zapatear,
con la garganta reseca,
hasta la gallina ciega
terminó bailando cueca.
Y aquí se termina el cuento
del cumpleaños del tordo,
donde el mensaje' e su abuelo
compartió con sus amigos,
chileno, bueno p'al vino,
de los campos de Colchagua,
declara su domicilio
justo al pié de una patagua.