Federico, brocha gorda, soñó pintar la ciudad, con flores en la fachada y las calles verde mar. Buzones en las esquinas, todos llenos de te quieros, los regala, a domicilio, un colibrí, mensajero. Volantines de sonrisas, sobrevolando azoteas, y una zampoña, gigante, formada por chimeneas. El Verano, un tibio Invierno, el Otoño, Primavera, la Virgen, del San Cristóbal, paseando en la Costanera. El Mapocho, una gran fuente, donde se arrojen las penas, con derecho a tres deseos, pan, amor y nunca guerra. A este loco Federico le cuesta poco soñar y pintar todos los sueños de color felicidad. Sueños que son sólo sueños. Pero ¡Qué lindo¡ es soñar.
El cerro Santa Lucía, con un castillo habitado por un hada bonachona que ayude al necesitado. El smog, de vacaciones, con rumbo a Viña del mar, y un congreso de gaviotas cantando en la Capital. Gorriones, de mil colores, en un cielo muy azul, dibujando, con su vuelo, la palabra juventud. Juventud para un mañana, sin fronteras al amor, por idioma la paciencia y bandera un corazón. El Mapocho, una gran fuente, donde se arrojen las penas, con derecho a tres deseos, pan, amor y nunca guerra. A este loco Federico le cuesta poco soñar y pintar todos los sueños de color felicidad. Sueños que son sólo sueños. Pero ¡Qué lindo¡ es soñar.