Yo soy el viejo loco, el que se come a los niños, el que pasa, por la calle, hablando consigo mismo. El que sale, de la sombra, con cara de andar perdido, ese al que mientan y nombran con un nombre que no es mío. Yo soy el viejo loco, el que se come a los niños, el que se duerme tirao onde le indicó el camino. El que va arrastrando un saco lleno con los desperdicios que la gente va dejando prolongación de ellos mismos. Yo soy el viejo loco, el que se come a los niños, no se por donde hey llegao ni se por dónde hey venío. Pero estoy aquí sentao, como parte de este siglo, un brazo, largo, estirao y una gran verdad conmigo. Yo soy el viejo loco, el que se come a los niños, el que se mira con asco y se insulta sin motivo.
El que está siempre acusando, con un perro por amigo, compartiendo y mordisqueando el pan, duro, del castigo. Ay de aquel que se ha olvidao del pecao cometío, ese es el que tiene miedo de tropezarse conmigo. El que levantó su casa sobre tumbas, ese mismo, el que amasó su fortuna engañando a los vecinos. Es ese el que tiene mieo, los otros nunca me han visto, pero aquel sufre, el infierno, y me huye despavorío. Yo no entiendo de esas cosas, apenas sé del camino y paso a paso mis horas se van juntando en racimo. Hoy ando entre las estrellas, alguien me trajo a este sitio, aquí nadie me condena y soy igual, puro y limpio. Yo soy el viejo loco, el que se come a los niños, el que amaneció botao muerto, antenoche, de frío.