Madre, en la puerta está un Niño,
Más hermoso que el sol bello;
Supongo que tenga frío,
Porque viene casi en cueros.
Pues dile que entre,
Se calentará,
Porque en esta tierra
Ya no hay caridad,
Porque en esta tierra
Ya no hay caridad.
Entró el Niño y se sentó;
Hizo que se calentara;
Le preguntó la patrona
De qué tierra y de qué patria.
Mi Padre del cielo,
Mi Madre también.
Yo bajé a la tierra
Para padecer,
Yo bajé a la tierra,
Para padecer.
Niño, si quieres cenar
Se te pondrá de contado;
Y te quedarás en casa
Como hijo muy estimado.
El Niño responde:
Eso no, señora,
Que tengo una Madre
Que el cielo la adora,
Que tengo una Madre
Que el cielo la adora.
Mucho quieres a tu Madre.
Sí, señora, sí la quiero;
Tres días que no la he visto,
Cien mil años se me han hecho.
Si usted me dijera
Dónde se encontraba,
De rodillas fuera
Hasta que la hallara,
De rodillas fuera
Hasta que la hallara.
Hazle la cama a este Niño
En la alcoba y con primor.
No me la haga usted, señora,
Que mi cama es un rincón.
Mi cama es el suelo
Desde que nací,
Y hasta que me muera
Ha de ser así,
Y hasta que me muera
Ha de ser así.
A eso de la madrugada,
El Niño se levantó
A decirle a la patrona
Que se quedara con Dios.
Que se iba al templo,
Que aquella es su casa,
Donde iremos todos
A darle las gracias,
Donde iremos todos
A darle las gracias.