Buenos Aires conoce mi aturdida ginebra,
el silbido más mio, mi gastado camino...
Buenos Aires recuerda mi ventana despierta,
mis bolsillos vacios, me esperanza de a pie.
Buenos Aires conoce mi mujer y mi noche,
mi café y mi cigarro, mi comida y mi diario.
Buenos Aires me tiene apretado a su nombre,
atrapado en sus calles, ambulando de a pie.
Refugio de mis largas madrugadas,
abrigo de mi verso y de mi sino.
Su cielo de gorrion, su luna triste
son cosas que también viven conmigo.
Esquina de las cuadras de mi vida,
guarida de mis sueños más absurdos,
embarcadero gris de mi ambición de luz,
secreta latitud de mi canción.
Inventor del misterio, bandoneón gigantesco,
Buenos Aires escucha mi silencio y mi lucha.
El recuerda conmigo las monedas azules
y me presta el olvido de su ir y venir.
Sus gorriones sin techo, su cintura de rio
son también algo mio, yo también los respiro.
Buenos Aires es un duende, una copa de vino,
ese amigo sin nombre que se encuentra al azar.