Mi noche es tu noche, mi llanto tu llanto,
mi infierno tu infierno.
Nos tuerce en sus nudos el mismo quebranto
profundo y eterno.
Es cierto que un día, tu boca, la falsa, de mí se reía;
pero hoy otra risa más cruel y más fría se rie de ti...
Se ríe la vida, que cobra a la larga las malas andanzas;
que agranda la herida, que rompe y amarga,
que ahoga esperanzas;
que a ti, que buscabas la dicha en alturas que yo no alcanzaba,
así arepentida de aquella aventura te tira ante mí.
Mi noche es tu noche. Mi llanto tu llanto.
Creíste que habías matado el pasado de un tajo feroz,
y no estaba muerto, y se alza en su tumba.
Te está señalando, te nombra, te acusa con toda su voz.
Te roba la calma, te cubre de duelo,
te niega el olvido, te grita en tu horror.
Belleza sin alma, estatua de hielo,
por treinta dineros vendiste al amor...
Ya estamos iguales. Ya en ti roncos ecos
tendrán mis lamentos.
Te clavan el pecho los siete puñales
del remordimiento.
Y sé que quisieras, con estos despojos de viejas quimeras,
rehacer el romance de las primaveras que no vuelven más...
inútil empeño. Si soy un vencido, sin ansias ni sueños,
y tú una grotesca pasión trasnochada
de farsa burlesca...
Ya no hay más que sombras. Aguanta la pena. Soporta el quebranto
y lava con llanto la culpa tremenda... si sabes llorar.