Llegaba en coche a la ventana de la moza
y se embriagaba con glicinas y jazmines;
traía un ansia de zorzal en los cantares
ponía el alma en las guitarras y violines.
A la hermosura quinceañera le dejaba
el homenaje de su acento y de su amor
y se alejaba con el premio de un suspiro,
una sonrisa, un "muchas gracias" y una flor.
En la lejana noche fue
canción de amor y fe,
en la vidala fue el dolor
del mozo trovador...
Con habaneras vino al barrio a suspirar
y al claro de la luna, su farol de plata,
le pidió a la ingrata
que supiera amar.
La linda moza al despertar
al son de la canción.
Abría su alma y su balcón
poniéndose a soñar...
Y florecía la esperanza del cantor
al ver que la sonrisa de la porteñita,
era una infinita promesa de amor.
Enmudeció la serenata para siempre,
ya no anda en coche con guitarras y violines
siguió el camino de las buenas ventanitas
que se adornaba con glicinas y jazmines.
Se fue al ocaso con el coche en que llegaba
partió al recuerdo con Gabino, el payador.
Y se cerraron los balcones que se abrían,
para brindarle un "muchas gracias" y una flor.