Ah yes, I remember,
ah your closed eyes
as if filled from within with black light,
your whole body like an open hand,
like a white cluster from the moon,
and the ecstasy,
when a lightningbolt k**s us,
when a dagger wounds us in the roots,
and a light strikes our hair,
and when
again we gradually
return to life,
as if we emerged from the ocean.
as if we emerged from the ocean,
as if from the shipwreck
we return wounded
among the stones and the red seaweed.
But
there are other memories,
not only flowers from the fire
but little sprouts
that suddenly appear
when I go on trains
or in the streets.
I see you
washing my handkerchiefs,
hanging at the window
my worn-out socks,
your figure on which everything,
all pleasure like a flare-up
fell without destroying you,
again, little wife
of every day,
again a human being,
humbly human,
proudly poor,
as you have to be in order to be
not the swift rose
that love's ash dissolves
but all of life,
all of life with soaps and needles
with the smell that I love
of the kitchen perhaps we shall not have
and in which your hand among the fried potatoes
and your mouth singing in the winter
until the roast arrives
would be for me the permanence
of happiness on earth.
Ah my life,
it is not only the fire that burns between us
but all of life,
the simple story,
the simple love
of a woman and a man
like everyone.
[original Spanish text]
Ay sí, recuerdo,
ay tus ojos cerrados
como llenos por dentro de luz negra,
todo tu cuerpo como una mano abierta,
como un racimo blanco de la luna,
y el éxtasis,
cuando nos mata un rayo,
cuando un puñal nos hiere en las raíces
y nos rompe una luz la cabellera,
y cuando
vamos de nuevo
volviendo a la vida,
como si del océano saliéramos,
como si del naufragio
volviéramos heridos
entre las piedras y las algas rojas.
Pero
hay otros recuerdos,
no sólo flores del incendio,
sino pequeños brotes
que aparecen de pronto
cuando voy en los trenes
o en las calles.
Te veo
lavando mis pañuelos,
colgando en la ventana
mis calcetines rotos,
tu figura en que todo,
todo el placer como una llamarada
cayó sin destruirte,
de nuevo,
mujercita
de cada día,
de nuevo ser humano,
humildemente humano,
soberbiamente pobre,
como tienes que ser para que seas
no la rápida rosa
que la ceniza del amor deshace,
sino toda la vida,
toda la vida con jabón y agujas,
con el aroma que amo
de la cocina que tal vez no tendremos
y en que tu mano entre las papas fritas
y tu boca cantando en invierno
mientras llega el asado
serían para mí la permanencia
de la felicidad sobre la tierra.
Ay vida mía,
no sólo el fuego entre nosotros arde,
si no toda la vida,
la simple historia,
el simple amor
de una mujer y un hombre
parecidos a todos.