Dejan los tambores de sonar
y un gong anuncia la retirada.
Se discute la capitulación
mientras se aproximan carcajadas.
Obtuve un premio por miedo a padecer:
cinco años de indolencia.
Es la Semana Grande de la Crueldad
y en nuestro honor se celebra una fiesta.
Yo me limitaba a contemplar
la misma grieta en la pared.
Alguien dijo: "Habrá que demoler",
no sé cómo no lo vi llegar.
Era el día de la Gran Broma Final.
Ha cundido el pánico en Madrid,
salen fotos en la prensa rosa.
En la alfombra roja habla el director,
él sabe cómo se hacen bien las cosas.
Puede que el tiempo te dé la razón
pero no queda tiempo; hoy es el día
en que dos planetas se estrellarán
mientras tú concedes entrevistas.
Y ahora ya me empiezo a preguntar
cuál de estos chistes es el mejor;
el del día en que te hablé de amor
sabiendo que daban temporal
o el del día de la Gran Broma Final.
Como un mar me presenté ante ti;
en parte agua y en parte sal.
Lo que no se puede desunir
es lo que nos habrá de separar
en el día de la Gran Broma Final.
Hay quien creía que era
grande y fuerte nuestro amor,
y lo era igual que las Torres Gemelas
allá en Nueva York.
Y cuando sabes que algo puede ir mal
y estallará delante de ti;
cuando no es posible ser feliz
y te asustas como un animal,
es el día de la Gran Broma Final.
Cuando te griten con rabia
que tu amor entero fue una estafa
y tú protestes y no quede un alma allí para escuchar;
cuando ya no queden ritos,
suene un golpe seco y casi un grito
y digan: "Ya no te molestes, ya no hay nada que arreglar",
es el día de la Gran Broma Final.
Ya nada será igual
tras el día de la Gran Broma Final.