La conocí en San Cayetano sentada muy temprano en la vereda perdida entre la gente en medio de una larga procesión y en ese loco torbellino borracho como un vino me dejó porque ví sus ojos negros y todo el mundo pronto desapareció. No! San Cayetano yo te pedí una mano y no un amor.
Exótica y hermosa pero excesivamente religiosa rezaba todo el día y no tenía tema de conversación, aguanté por unos días casi todas sus manías pero yo, yo no soy lo que se dice exactamente un santo de su devoción. No! San Cayetano yo te pedí una mano y no un amor.