La conocí en San Cayetano
sentada muy temprano en la vereda
perdida entre la gente
en medio de una larga procesión
y en ese loco torbellino
borracho como un vino me dejó
porque ví sus ojos negros
y todo el mundo pronto desapareció.
No! San Cayetano
yo te pedí una mano
y no un amor.
Exótica y hermosa
pero excesivamente religiosa
rezaba todo el día
y no tenía tema de conversación,
aguanté por unos días
casi todas sus manías pero yo,
yo no soy lo que se dice exactamente
un santo de su devoción.
No! San Cayetano
yo te pedí una mano
y no un amor.