Por el día en que llegaste a mi vida, Paloma querida, me puse a brindar; y al sentirme un poquito tomado, pensando en tus labios, me dio por cantar. Me sentí superior a cualquiera y un puño de estrellas te quise bajar; y al mirar que ninguna alcanzaba me dio tanta rabia que quise llorar. Yo no sé lo que valga mi vida, pero yo te la vengo a entregar; yo no sé si tu amor la reciba pero yo te la vengo a dejar.
Me encontraste en un negro camino, como un peregrino sin rumbo y sin fe; y la luz de tus ojos divinos cambiaron mi suerte por dicha y placer. Desde entonces yo siento quererte con todas las fuerzas que el alma me da; desde entonces, Paloma querida, mi pecho he cambiado por un palomar. Yo no sé lo que valga mi vida, pero yo te la vengo a entregar; yo no sé si tu amor la reciba pero yo te la vengo a dejar.