Entre tantas pasiones que allí me esperaban, las virtudes de aquella mujer sin palabras hablaban, competía el escote en su espalda con el tajo mortal de su falda. Lo que no se animaba a mostrar lo insinuaba ni un detalle librado al azar su experiencia dejaba y a ese as que guardaba en su manga le jugué la mejor de mis cartas... Pude allí predecir solo con su mirada que por mis caricias su piel desnudaba que las consecuencias su cuerpo pagaba de estar una noche a mi amor condenada. La invité, a viajar en el tren de las ganas,
al misterio de amar sin palabras, a dejar su perfume en mi almohada, y en mi cama a querer, con el alma, la piel y la sangre con la fuerza de los huracanes, derrochando caricias como hacen los amantes el amor. Al mirar su figura pensé compararla con la forma y con las melodías que en mi guitarra, que un concierto a puerta cerradas me daría hasta la madrugada. Yo le dije saber perdonar su tardanza sin con creces el tiempo que estuve sin ella pagaba, le propuse librar la batalla aunque en ella mi vida dejara