Entre tantas pasiones que allí me esperaban,
las virtudes de aquella mujer sin palabras hablaban,
competía el escote en su espalda
con el tajo mortal de su falda.
Lo que no se animaba a mostrar lo insinuaba
ni un detalle librado al azar su experiencia dejaba
y a ese as que guardaba en su manga
le jugué la mejor de mis cartas...
Pude allí predecir solo con su mirada
que por mis caricias su piel desnudaba
que las consecuencias su cuerpo pagaba
de estar una noche a mi amor condenada.
La invité, a viajar en el tren de las ganas,
al misterio de amar sin palabras, a dejar su perfume en mi almohada,
y en mi cama a querer, con el alma, la piel y la sangre
con la fuerza de los huracanes, derrochando caricias como hacen
los amantes el amor.
Al mirar su figura pensé compararla
con la forma y con las melodías que en mi guitarra,
que un concierto a puerta cerradas
me daría hasta la madrugada.
Yo le dije saber perdonar su tardanza
sin con creces el tiempo que estuve sin ella pagaba,
le propuse librar la batalla
aunque en ella mi vida dejara