Era el canario un primor, y era su dueño un pequeño, que velaba con empeño, los cuidados del cantor. Era un precioso ejemplar, de color adamascado, era un preso resignado a la misión de cantar Era sensible escuchar, de su garganta sonora, la nota grave que llora, en un constante rolar. Daba a entender su trinar, de que una angustia sufría, porque falto de alegría, era su flauta un penar. Un cierto día su dueño, el candoroso pequeño, que se solía extasiar, al contemplar los fulgores, de tan divinos colores, y tan hermoso cantar, llevó hasta el cielo su queja, porque prendido a la reja, de la pequeña prisión, en lenta y triste agonía, su fiel canario moría,
sin comprender la razón. Preso de un hondo quebranto, subió a sus ojos el llanto, y con infante emoción, sacó de la jaula al preso, posó de su boca un beso sobre el rosado plumón, y en su mano temblorosa, quedó dormida una rosa, que tenla un corazón. La cajita de madera, la misma que contuviera, la misma que contuviera, lapicitos de color fue la morada postrera de aquel que en su vida fuera, de aquel que en su vida fuera su más preciado valor. Y en el jardín de su casa, a distancia muy escasa, a distancia muy escasa de un legendario nogal, lloró la pobre criatura, lloró la pobre criatura, al cavar la sepultura, de su cantor sin igual.