Cuando no queda nada, ya, mejor que la lluvia y entrar en cualquier bar y pedir un martini y volver a largarse sin haberlo acabado y odiar a las parejas que salen de los cines. Las siete de la tarde, quisiera estar borracho hace ya dos semanas que Lucía no me escribe no para de llover, camarero otra copa con alcohol se hace menos mono toda la mili. El capitán nos habla del amor a la patria el sargento del orden y de la disciplina los soldados dormitan, cuentan los días que faltan o se llenan la panza de vino en la cantina. Sus madres les envían paquetes con chorizos, -salchichones, embutidos-
sus novias largas cartas corazones pintados -y retratos dibujados- la ciudad cuando salen les es hostil y extraña y las chachas no quieren, ya, nada con soldados. Queda el pobre consuelo de andar de cuando en cuando aumentar la clientela de una casa de putas y pagar media de amor apresurado a esa gorda que hace rebaja a los reclutas. Y el lunes otra vez, como no mi teniente, tiene mucha razón, si claro, desde luego cuerpo a tierra, saluden, media vuelta, de frente firmes, alto, descansen, carguen, apunten, fuego.