La tarde consumió su luego fatuo Sin carne, sin pecado, sin quizás, La noche se agavilla como un ave A punto de emigrar. Y el mundo es un hervor de caracolas Ayunas de pimienta, risa y sal, Y el sol es una lágrima en un ojo Que no sabe llorar. Tu espalda es el ocaso de septiembre, Un mapa sin revés ni marcha atrás, Una gota de orujo acostumbrada Al desdén de la mar. Y al cabo el calendario y sus ujieres Disecando el oficio de soñar
Y la espuela en la tasca de la esquina Y el vicio de olvidar. Por el renglón del corazón Cada mañana descarrila un tren. Y al terminar vuelta a empezar Dos horas después de amancer. Tiene la vida un lánguido argumento Que no se acaba nunca de aprender, Sabe a licor y a luna despeinada Que no quita la sed. La noche ha consumido sus botellas Dejándose un jirón en la pared. Han pasado los días como hojas De libros sin leer.