La arena de los relojes
hizo crecer el desierto.
No digas que aquí hay silencio,
podrás decir que no oyes.
A los campos de Tinduf
no llega ese rumor de espuma
que el viento mecía en la duna
en que te amé una noche azul.
La piel de tu dromedario
me abriga como tus besos
y arropa el llanto del preso
aquel que te recuerda a diario.
Un hombre espera en el desierto
a que se tiña de gris el cielo,
a que me ames en hasanía,
a que devuelvan la melodía
que le robaron al viento.
La arena de los relojes hizo crecer el desierto.
Si nos asalta la noche fria
déjame pasarla en tu haima.
Si la arena se levanta,
mejor, así pasaré a tu lado más días.
Desde los acantilados
de Bojador cantan las olas:
"basta ya de derrotas".
El hombre del desierto esperó demasiado.
Un hombre espera en el desierto
a que se tiña de gris el cielo,
a que me ames en hasanía
a que devuelvan la melodía
que le robaron al viento.
La arena de los relojes hizo crecer el desierto.
La arena de los relojes hizo crecer el desierto.