Voy a cantar un corrido
que anda en toditas las voces
de una mujer de la tropa
que todo el mundo conoce.
En el pueblo de Conejos
por unas calles muy tiestas
viene triste y derrotado
el valiente Antonio Zeta.
La cucaracha, la cucaracha,
ya no puede caminar,
porque le falta, porque no tiene
marihuana que fumar.
Iban los tres en silencio
sus pensamientos rumiando
mientras el destino ciego
los hilos iba tramando.
En los cascos del caballo
suena el polvo del camino,
ya se van, llora un cariño,
un cariño malogrado.
Ya el águila voló
ya el nopal quedó solito
el fruto de tus amores
ya no dista del olvido.
Ya murió la cucaracha,
ya la llevan a enterrar
entre cuatro zopilotes
y un gato de sacristán.
Y aquí termina el corrido
que cantó a la cucaracha.